jueves, junio 24, 2010

En un Hotel de París


Hacer el amor en un Hotel de París, cuya ventana este frente a la torre eiffel ...eso sueño y en arrebatos de una tarde cualquiera, de oficina, lo he dicho....casi blasfemo, decirlo así, tan fresca, tan desencajada en un lunes de informes y estadísticas.....te lo describí con tal detalle, que hasta el vestido, el collar y el aroma pudiste sentir en cada frase....desgarradoramente descriptiva, tocando el sueño con los dedos a través de las teclas..

Luego en el Jardín asfaltado, 60 minutos después, tome el celular y te escribí ....." Sigo pensando en París".....

Espere 30 segundos antes de comenzar a sentir furia por tu silencio obsceno.

Lance el teléfono al asiento contiguo ...inhale y exhale...aquella tarde...

hace varios soles y lunas de aquel día....

si estuvieses en frente ahora te diria no con palabras, sino con mis ojos...

" Sigo pensando en Paris"

lunes, junio 14, 2010

" Nuestra"


En mi habitación

En la otra habitación

En el sofá

En el umbral de la puerta

En la ventana

En la mesa


Que hermosa es la palabra " Nuestra"

martes, junio 08, 2010

Erase una vez una pareja...


Érase una mujer que vivía disfrazada de mujer y un hombre que vivía disfrazado de hombre. Cuando se encontraron, creyeron esa comedia y formaron pareja. El hombre falso y la mujer falsa, haciendo esfuerzos tremendos, alcanzaron una modorra que llamaron felicidad. La mujer y el hombre verdaderos nunca llegaron a conocerse.

Alejandro Jodorowsky

jueves, junio 03, 2010

No se me importa un pito...


No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!

Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.


Oliverio Girondo