martes, mayo 23, 2006

Eso que llaman mediocridad

Por Ernesto Ochoa Moreno. Columnista de El Colombiano de Medellín.

La mediocridad es una constante en el diario vivir de la mayoría. Aquí y en Constantinopla.
Pero ya que no me consta cómo es la mediocridad que constantinopoliza a los constantinopolitanos (y no es trabalenguas), me refiero expresamente a la mediocridad que colombianiza a los colombianos (yo mismo incluido, por supuesto), y que pareciera hacer parte de nuestra idiosincrasia.
No se trata, ojalá así fuera, de la "aurea mediocritas" (la dulce mediocridad) del poeta Horacio, o sea, esa dorada medianía y saludable moderación que nace del principio de que la virtud está en el medio, sino de la mediocridad en el sentido peyorativo de la palabra, que es como siempre se ha entendido. Basta mirar la gente, examinar sus caras y sus andares, someter a escrutinio sus actitudes, el resultado de sus trabajos, y ahí está en un rincón, como un gato adormilado, la mediocridad.
Indisciplina personal y social. Atonía vital. Indefinición, desgana, falta de vigor. Hacer las cosas a medias. O dejar las cosas a medio hacer, que no es lo mismo. Atávica resignación. No exigirse. Cumplir por cumplir. La perfección es un embeleco. Entusiasmos fáciles y extemporáneos, de un día. Mejor no meneallo. ¿Adónde va Vicente? Adonde va la gente.
Con pocas excepciones, que confirman la regla, es aterradora la mediocridad circundante. Los jóvenes se encuentran instalados en una desesperante medianía que a la larga terminará acompañándolos en todas las épocas de la vida. Sin ideales, con una rebeldía adormecida por el "rock" y las modas gringas o los "reguetones" advenedizos. Sin sentido de patria. ¿Colombia? Y eso qué es. Sufriendo a regañadientes un bachillerato que apenas los barniza con una cultura impersonal y vaga, para luego rodar por la pendiente imparable de una existencia desleída en el desencanto.Universitarios por inercia.
Profesionales porque no hay otro camino que escoger. A la postre, ya hechos humo los sueños y las ilusiones, anclados irremediablemente en la mediocridad. Trabajando para justificar un sueldo; mientras menos exigidos, mejor. Cobrando para mercar. Mercando para no morirse de hambre, aunque el alma se esté muriendo de tedio. O de risa. Envejeciendo prematuramente para que nos jubilen o porque ya nos jubilaron. Pareciera que los únicos que toman la cosa en serio, hasta el fondo, sin mediocridades, son los niños. Y los muertos, claro.
Asfixiante mediocridad en los puestos públicos. Burocracia, papeleos, demoras, incumplimiento, corrupción. Puestos públicos para ocupar, no para hacer algo. Puestos honoríficos para figurar, para hacer una "carrera fulgurante". La efectividad, la eficiencia, es lo de menos. Eso sí, hay que ser ejecutivos. Mucho ruido y pocas nueces. Venga la semana entrante. El doctor está en junta. Llame más tarde o, si ni siquiera contesta la operadora (¡manes del progreso!), resígnese a escuchar en la línea telefónica la misma musiquita y los persistentes mensajes institucionales o de una publicidad subrepticia que acaban produciendo el efecto contrario del buscado.¿Control de calidad? Eso es en teoría, en los títulos de los libros de mercadeo y administración, en la voz dolarizada de los expertos traídos de Estados Unidos a dar conferencias. No, mijo, haga lo que pueda, termine eso como sea, lo importante es cumplir a como dé. Tape y coma callado. Que se quejen después, que vengan los reclamos cuando ya no hay nada que hacer. No importa, para eso están la justicia y los fallos sempiternamente inconclusos.
La mediocridad no admite escrúpulos, téngalo como una norma. Ni tampoco remordimientos. Después de todo, la desfachatez de los mediocres que mandan, producen y conducen, cuenta para sus desafueros con la resignación de los mediocres que tienen que obedecer, consumir productos y dejarse guiar como borregos. No se olvide: perro no come perro. Mediocre no come mediocre.Mediocridad rampante y mediocridad envolvente. Lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta. No se apure. Nada de eso de que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Para el mediocre es distinto: lo que puedas hacer hoy, déjalo para mañana. Ya habrá tiempo. Tranquilo, no se preocupe. No, hombre, no es para tanto. Y quedamos agotados de tanto hacer nada. Entiéndase bien: no es no hacer nada, sino hacer nada, en positivo, a ciencia y conciencia. Y para resarcirse de esa dejadez que ocasiona la mediocridad, pues hay que descansar, dormir hasta tarde, tomar vacaciones largas. Tampoco se va a matar uno, ¿no? ¡Que viva eso que llaman mediocridad! Con razón estamos como estamos.
P.D. En el fondo de la diatriba, de la crítica, hay una radiografía de uno mismo. Se me ocurre, digo, tras de leer lo escrito.